El teatro es tan antiguo como el hombre,
quien desde sus orígenes ha tenido la necesidad de comunicar a sus semejantes
sus sentimientos, emociones, situaciones y experiencias. Desde el momento en que la tribu comenzó a
bailar alrededor de la fogata nocturna, elevando cánticos y adoraciones a sus
dioses, o cuando empezó a imitar a los animales, a los elementos o a sus
semejantes, desde ese momento comenzó a hacer teatro.
Este arte comenzó a tener verdadera
relevancia en la antigua Grecia, ya allí se comenzó a tomar en serio las
caracterizaciones que realizaban bohemios, maromeros, bailarines, músicos y
trovadores. Este teatro de calle ya
contaba con máscaras, caretas y vestuarios y hacían representaciones ligadas a
su propia religión. Normalmente espectadores y actores se juntaban en la orilla
de los cerros. Los primeros se instalaban en las faldas, con el fin de escuchar
y ver la obra sin problemas. Esta
actividad fue evolucionando lentamente hasta llegar al Epidauro, magnánima
construcción que constituye un verdadero escenario, ícono del teatro griego.
A lo largo de la historia, el teatro se
ha utilizado como complemento de celebraciones religiosas, como medio para
divulgar ideas políticas o para difundir propaganda a grandes masas, como
entretenimiento y también como arte. A través de los siglos ha desarrollado su
actividad en tres niveles al mismo tiempo: como entretenimiento popular, como
importante actividad pública y como arte para la élite. En el primer caso, ha
habido siempre individuos o pequeños grupos que trabajan por su cuenta, y
ejecutan diversos tipos de representación, desde números de circo hasta farsas
para grandes masas.
Finalmente, puede decirse que en la
actualidad el teatro constituye un excelente entretenimiento para niños y
adultos, pero en vista de que es un arte poco reconocido por el público pues ha
quedado relegado y circunscrito a algunas instituciones educativas y a pequeños grupos de la sociedad que
verdaderamente valoran esta llamativa y milenaria expresión artística.
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